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La lucha ya no se reduce a retrasar lo que acontecerá o asegurar su llegada; es preciso reinventar el mundo. La educación es indispensable en esa reinvención
Paulo Freire

martes, 21 de diciembre de 2010

La Historia del Martillo

Un hombre quiere colgar un cuadro. Tiene un clavo, pero le falta el martillo. El vecino tiene uno, de modo que decide pedirle al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda:

- ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludo como distraído. Quizá tenía prisa. Pero quizá la prisa no era más que un pretexto, y el hambre alberga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no hecho nada. Algo se le habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada cualquier herramienta yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno a negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipo como este le amargan a uno a vida. Y seguro que se piensa que dependo de él. Y todo porque tiene un martillo. Desde luego, es el colmo.

viernes, 10 de diciembre de 2010

10 de Diciembre día de los Derechos Humanos

En este día que se celebra la Declaración de los Derechos Humanos, no encuentro mejor día que hoy para relacionarlo con dos Videos de Eduardo Galeano

Por un lado dedicarles un espacio a los “Nadies”, personas que los Derechos Humanos no saben ni que existen, porque son invisibles para la sociedad

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Para reflexionar....

CAPERUCITA ROJA CONTADA POR EL LOBO

PREPÁRENSE SEÑORES PORQUE A CONTINUACIÓN EL LOBO PRESENTARÁ SUS DESCARGOS. ES QUE NADIE PUEDE SER JUZGADO SIN PREVIAMENTE NO HABER SIDO ESCUCHADO EN JUICIO.
JUZGUEN USTEDES AL FINAL DE LA LECTURA.

El bosque era mi casa. Allí vivía yo y lo cuidaba.
Procuraba tenerlo siempre limpio y arreglado. Un día de sol, mientras estaba recogiendo la basura que habían dejado unos domingueros, oí unos pasos.
De un salto me escondí detrás de un árbol y vi a una chiquilla más bien pequeña que bajaba por el sendero llevando una cestita en la mano.
En seguida sospeché de ella porque vestía de una forma un poco estrafalaria, toda de rojo, con la cabeza cubierta, como si no quisiera ser reconocida.
Naturalmente me paré para ver quién era y le pregunté cómo se llamaba, a dónde iba y cosas por el estilo. Me contó que iba a llevar la comida a su abuelita y me pareció una persona honesta y buena, pero lo cierto es que estaba en mi bosque y resultaba sospechosa con aquella extraña caperuza, así que le advertí, sencillamente, de lo peligroso que era atravesar el bosque sin antes haber pedido permiso y con un atuendo tan raro.
Después la dejé que se fuera por su camino pero yo me apresuré a ir a ver a su abuelita.